Compasión

No es una entrada motivada por la Semana Santa, sino por reflexiones derivadas de conversaciones y experiencias recientes. Siempre he despreciado la compasión, quizá porque este mundo está lleno de compasión estancada; inservible. Pero sólo padezco repulsión hacia la compasión dirigida a mí, no hacia la que yo siento. Y he descubierto (horrorizada) que siento mucha. ¿Dónde dibujaron la línea que te avisa que ya no debes sufrir más si no puedo actuar? Porque no la veo ... ¿Debo sufrir por los toros de las plazas? ¿Por el caballo? ¿Se me permite no sufrir por el torero si se lleva una cornada, porque estaba torturando a un animal?

Todo esto es tan ridículo (y tan serio) como aceptar la cadena trófica. Primero me dieron pena las focas, porque el oso polar las estaba intentando cazar e iba a por las más pequeñas. No lo consiguió y me alegré. Pero luego me dio pena el oso, porque al no haber cazado ninguna foquita se estaba muriendo de inanición. Y entonces pensé que debería haber conseguido cazar alguna foca, que ya no me caían tan bien porque estaban destrozando a un pobre pingüino (versión cruda) - (versión guay). Y ahí, justo ahí ... apagué la tele y me dio por reír.

Ahora sí, hay cosas que me destrozan.